Pensé en preparar algo especial, una tarjeta con fotos o algo así, y empecé a revolver en bolsas y cajas con fotos, buscando en un álbum, en sobres, en cartas, fotos sueltas. Mientras miraba me acordaba de aquellos tiempos, de las personas, de los momentos vividos, del pasado. Y me encantaba redescubrir aquellas sensaciones, aquellos peinados, aquella ropa, aquel viaje, aquella fiesta, aquel sentimiento.
Las fotos parecían antiguas (en color, claro, la edad es significativa pero no tanto), y abrir un álbum y mirarlas, o abrir un sobre y encontrar las fotos descolocadas, y releer una carta y encontrar esa foto tan querida… ¡ay (suspiros)!!
Seleccioné unas fotos donde estuviéramos todas, y compuse un “collage”, recorté simplemente alguna esquina, para no estropear la foto, las coloqué una encima de otra como pude, las pegué con celo (sin pegamento) en un papel, y me llevé esa “composición” tan extraña a hacer fotocopias en color.
El chico de la tienda me miró con esa mirada de: “¿es que no has descubierto el escáner, el photoshop, y las impresoras de color?” Ante esa mirada, no respondí, y me concentré simplemente en que la fotocopia quedara tal como yo la había preparado. Eso sí, la más de media hora que estuve allí, me dio tiempo para pensar en instalar el escáner de una vez, y para el próximo “collage” o “composición” de éstas, utilizar algo más adecuado a los tiempos de hoy en día.
Al volver a casa, con “la obra de arte” en mis manos, me sentía contenta, pero, aparte de pensar en modernizar mi técnica de creación artística, pensé ¿y qué pasa con las fotos de hoy en día?
Es cierto, que las cámaras digitales son una maravilla, haces tantas fotos como quieras, y tu tarjeta lo permita; borras si no te gustan, luego las descargas en el ordenador, si acaso las mejores las pones en el facebook, en Messenger, o donde sea, o la grabas en un CD para regalar, e incluso llegas a imprimir alguna.
Todo esto es eficaz, relativamente barato, y simplemente con encender el ordenador, o la misma cámara, ves las fotos. Pero, no las tocas, no las sacas de un sobre, no se caen al abrir un álbum o un libro, no se desordenan, no desaparecen y luego aparecen en una caja, o dentro de una carta, no tienen ese olor especial.
Quizás con las fotos digitales perdemos esos momentos íntimos de pensar en el pasado; aunque la verdad es que además de ganar en espacio, podemos hacer que todo el mundo vea esa foto al instante, conozca a nuestros amigos, o ese paisaje tan bonito, o esa ciudad tan alucinante, o mi primer coche, o esa foto con una actriz famosa.
Es posible que estemos cambiando nuestra forma de recordar el pasado, y de “almacenar” el presente, y quizás en el futuro ni existan las fotos en dos dimensiones. Afortunadamente, seguiré pasando otros fines de semanas con mis amigas para celebrar más cumpleaños de edades significativas…¡qué bien estuvimos!!
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